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Salsa, literatura y rebelión de 1970

¿Qué relación hay entre salsa, literatura y rebelión en los años setenta?
Sergio Abraham Méndez Moissen
El movimiento rebelde y literario de los «beat» de los años setenta en Estados Unidos usó el jazz como su principal interlocutor.
Jack Kerouac, William Burroughs y sus colegas de la «beat generation» recurrentemente musicalizaban sus recitales con las obras de Charlie Parker, Charles Mingus, John Coltrane.
La rebelión literaria se unió con la rebelión musical de la cultura negra de los barrios bajos del Nueva York. El jazz influyó en la literatura de los «beat» y también en la obra de Julio Cortázar.
En América Latina, la música salsa, especialmente en Nueva York, Cuba y Colombia también influyó a su modo en la literatura. Reconozco dos obras clave para pensar esta influencia. En primer lugar «Tres Tristes Tigres», de Guillermo Cabrera Infante, y la más importante, «Que viva la música» de Andrés Caicedo.
Los orígenes rebeldes de la salsa
En plenos años sesenta y setenta en Estado Unidos, en medio de la Guerra de Vietnam, la lucha de Ángela Davis, el nacimiento del Partido Pantera Negra, la lucha de Malcolm X y del reverendo Martin Luther King, estaba conformándose el movimiento chicano en los barrios bajos del Bronx. Los jóvenes puertorriqueños llamados a sí mismos como «nuyorricans» comenzaron a mezclar ritmos musicales para pelar por su propia identidad.
Allí los «nuyorricans» comenzaron a expresar su identidad cultural -ya que su país es un estado libre asociado-, por medio de la música. Por medio de la disquera Fania All Stars, las obras de Willie Colón, Héctor Lavoe, Larry Harlow, Ray Barreto, Cheo Feliciano y otros, comenzaron a realizar grandes tocadas de síntesis de son, rumba, chá chá chá, jazz y rock que dieron origen a la salsa brava.
En dicho movimiento musical se veían representados los jóvenes más marginados por el gobierno de Estados Unidos. Sus eventos de convertían en acontecimientos políticos. Basta escuchar algunas de las obras de Eddie Palmieri en rechazo a la guerra, el racismo, la avaricia, para entender que la cultura se convertía en una lucha política por la identidad. El movimiento llegó a Panamá con la música de Rubén Blades y a todo el Caribe y Colombia.
Andrés Caicedo: un beatnik salsero
En Colombia fue donde la música influyó de forma decisiva en la literatura. En la obra de Andrés Caicedo, figura de culto en América Latina, se puede mirar cómo, mientras los «beat» usaban el jazz, el grupo de Medellín usaba la salsa.
Caicedo era todo un rebelde. Al terminar su obra se suicidó antes de los 26 años y pasó a la posteridad. Caicedo escribió «Que viva la música» un verdadero poema largo musicalizado por Ray Barreto, Richie Ray y Bobby Cruz que representa la más bella y genuina experiencia de síntesis entre la salsa y la literatura.
Allí usted puede encontrar el más bello e importante cruce de literatura, salsa y contracultura de los años setenta en Colombia bajo el cruce de los timbales, las trompetas y los saxofones.
Caicedo pensaba que la salsa era una revuelta cultural al orden establecido y su literatura un vehículo de dicha rebelión. ¡Que viva la música!.
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