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FRANKIE VÁSQUEZ Y MÚSICOS EN LA CALLE (NUEVA YORK, C.1977)

FRANKIE VÁSQUEZ Y MÚSICOS EN LA CALLE (NUEVA YORK, C.1977)

Por: Ivan Medellin
El Jueves 26 de agosto de 1971 los espectadores del Cheetah Club, una ex-pista de patinaje ubicada al norte de Manhattan en la ciudad de Nueva York, presenciaron lo que Johnny Pacheco, compositor, director, flautista, y co-fundador del mítico sello discográfico Fania Records, describe como «el nacimiento de la salsa». Se trataba del primer concierto de la Fania All Stars, una super-orquesta conformada por los mejores músicos del sello. Era el octavo año de Fania Records. Pacheco, de raíces dominicanas lo fundó junto con Jerry Masucci, un judío, abogado, ex-policía y amante de la música afrolatina. Bajo la batuta de Pacheco y Masucci, Fania ya se había posicionado como uno de los distribuidores de música latina más grandes del continente norteamericano y se comenzaba a proyectar como el sello que pondría a bailar al mundo entero.

Su catálogo musical sigue vigente y casi cincuenta años después, lo seguimos bailando. Parte de él ha sido considerado material de conservación por el Registro Nacional de Grabación en Estados Unidos. Para darse una idea de la grandeza de Fania se puede decir que solamente para este concierto la orquesta reunió en sus filas a seis de los mejores soneros y cantantes de la época (y de la historia): Pete «El Conde» Rodríguez, Ismael Miranda, Santos Colón, Héctor Lavoe, Adalberto Santiago, y Cheo Feliciano. No contentos, también incluyeron a Ray Barreto en las congas, a Bobby Valentín en el bajo, a Willie Colón liderando los trombones, a Larry Harlow en el piano, sin mencionar a los invitados especiales, que para esa ocasión fueron Richie Ray y Bobby Cruz. Afortunadamente la inteligencia empresarial de Pacheco y Masucci los llevó a grabar la presentación y a sacar un disco en vivo de esta.
Para entender un poco el contexto musical del momento hay que remontarse al Boogaloo un estilo que años atrás en los sesentas tuvo una gran relevancia entre la población joven de la ciudad de Nueva York. Las manos de Pete Rodríguez, Joe Cuba, Johnny Colón y un gran número de artistas construyeron una sonoridad nueva a partir de ritmos afro-norteamericanos y música soul, con mambo y son montuno que se cantaba en español y en inglés. Este, junto con su hermano menor el shing-a-ling y su hermano mayor el Latin Soul, fueron estilos fundamentales para el establecimiento del sonido de la salsa que Fania estaba desarrollando en la década de los setenta y que llegó a ser un fenómeno a nivel mundial y que hoy por hoy está muy activa no solo como escena internacional, sino como insumo para exploraciones musicales actuales. Por eso es que el periodo de transición entre los últimos años de la década de los sesenta y los primeros años del setenta representa una época de transformación supremamente importante para el establecimiento de la salsa como un de los estilos más abanderados de la música latina. Un estilo que fue explosivo tanto musical, como social, político, y económicamente.

Investigadores musicales del fenómeno como el venezolano Leopoldo Tablante coinciden en que, en efecto, el término Salsa fue acuñado y aplicado por primera vez por Fania: «Esta nomenclatura fue concebida por la industria de fonogramas para aludir a la sensibilidad y a los anecdotarios correspondientes a un espacio social: el barrio latino.»

Lo cierto era que en Nueva York la salsa comenzaba a pegar duro, sobretodo en los barrios con mayor población latina para la época: en el East Harlem, en Brooklyn y en el Bronx. Era un ritmo callejero y la moda y la estética gangster estaban en furor, lo que no solo permeó la imagen sino también la temática de sus canciones. Los álbumes de Willie Colón ostentaban títulos y carátulas que le hacían apología: Lo Mato, La Gran Fuga, El Juicio, Crime Pays, El malo, Cosa Nuestra. Además, las poderosas y oscuras descargas salseras de la Fania eran en sí mismas un fiel testimonio de la violencia del barrio, con su agresividad y desenfreno musical . El éxito del sello era cósmico y, a pesar de su relativamente corta historia, de detener su producción musical en 1979 y de ser vendida por Jerry Masucci un año después, llegó a ser tan poderosa que contaba con todo tipo de sellos subsidiarios como lo fueron Vaya, Inca, Tico, Alegre y Cotique, además de un excelso catálogo y varios conciertos alrededor del mundo.
El dinero se veía no solo en la excelente y prolífica producción de discos, sino también en las excentricidades, vicios y estilo de vida ocioso de algunas de las super-estrellas de Fania. Como diría Héctor Lavoe: «La calle es una selva de cemento», y como era de suponerse por el contexto de la época, detrás de este éxito hubo jugadas que muchos consideran no muy limpias, pero que para otros fueron consideradas necesarias para sobrevivir al agreste entorno del negocio de la música latina. Fue así como Masucci adoptó una arremetida comercial que de alguna forma afectó de forma importante a los sellos de música latina más pequeños. Algunos fueron desapareciendo paulatinamente.  Otros sellos especializados fueron adquiridos por disqueras más grandes, como Fania. Estos sellos subsidiarios cumplieron un papel muy importante para el desarrollo de La Fania, sirviendo como satélites de promoción e incluso como comodines contables. Mientras que Tico y Alegre fueron dos de las más grandes y que más contribuyeron al crecimiento del conglomerado, las malas lenguas dicen que Vaya fue por épocas, el sello que la Fania tenía que llevar a pérdidas como estrategia contable para disminuir el pago de impuestos. Lo cierto era que para finales de 1977 el grupo Fania era el indiscutible gigante de de la salsa que para entonces era un mercado de cinco millones de dólares (unos 31 millones mal contados al día de hoy). Investigadores de este fenómeno, como Leopoldo Tablante afirman con certeza que el sello de Masucci controlaba el 66.8% del mercado mientras que el 33.2% restante se repartía entre otros 7 sellos y grupos de la industria musical latina de los Estados Unidos. Su éxito musical también es innegable y sus legendarios músicos nunca dejarán de sonar en las pachangas de los amantes de la rumba latina.

Sin embargo, no toda la salsa que se hacía en Nueva York era dominio particular del sello, aunque eventualmente sí estuvo cerca de serlo. Existía al mismo tiempo una movida de música latina que no figuraba en la prensa y que no tuvo gran atención en comparación a la movida grande de La Fania. De hecho, se lanzaron muchos discos de orquestas y artistas. Algunos fueron firmadas por los sellos subsidiarios más pequeños de Fania, como Cotique. A estos artistas, sin embargo, poco se les invertía en promoción y estaban lejos de gozar del poder de distribución que tenían los artistas más grandes como Willie Colón, Ray Barreto o el mismo Héctor Lavoe. Otras, por su parte hacían parte del catálogo de sellos independientes locales, mucho más pequeñas . Algunas, incluso, tenían mensajes contestatarios o políticos que los ejecutivos del momento consideraron poco comercializables. Es más, hubo orquestas que trataron de iniciar un movimiento independiente que lograra responder de alguna forma al dominio que Fania tenía sobre la distribución de la música latina.

Johnny Pacheco dirige a la Fania All Stars. Vía Youtube.

Johnny Pacheco dirige a la Fania All Stars.

La estocada final llegó en los años 80 con los DJ’s y programadores musicales ya que no era fundamental tener una orquesta para armar una fiesta salsera. Hay incluso quienes son fuertes críticos del llamado monopolio de la salsa y se atreven a decir que Fania con su poderío logró eventualmente que toda la salsa sonara igual. Cierto o no, su importancia y legado tiene, como diría Rubén Blades, ocho millones de historias. Una de ellas es la de muchas orquestas que no quisieron, o no lograron afiliarse al sello y se separaron a causa de muchas razones, incluidas la contratación de músicos individuales por Fania y sus sellos subsidiarios y las mafias de la industria en donde los productores y empresarios pagaban bajísimos honorarios a los músicos pero ganaban suculentas tajadas por gigantescos conciertos.

Fue así como muchas orquestas que no estaban en el catálogo de los grandes sellos, se dieron lidia en un circuito que incluía al East Harlem, al Bronx, a Brooklyn y que se conoce como el cuchifrito circuit del que hicieron parte bares y centros de espectáculo. Se llamaba cuchifrito porque así se conocían los menús de carne y tripas a la parrilla que servían algunos restaurantes rústicos de barrios latinos. Lo conformaban restaurantes y bares latinos, fiestas privadas y hoteles pequeños que pagaban unos honorarios irrisorios. Sin embargo, el mismo Johnny Pacheco creía que muy buena parte del éxito de La Fania recayó en la contratación de cantantes y músicos entrenados en este circuito callejero.

En el cuchifrito se la guerrearon muchos de los que hoy son grandes figuras musicales. Algunas orquestas lograran obtener lo que muchas soñaban: firmar un buen contrato con Fania o alguna de sus sellos subsidiarios. Otras por su parte se integraron por reconocidos músicos que se quejaban de los malos pagos de las grandes disqueras y decidieron formar orquestas cooperativas. Muchas de estas grabaron uno o dos discos con sellos locales más independientes y eventualmente desaparecieron y sus miembros se dispersaron a orquestas más grandes, o simplemente dejaron la música. Otras por su parte grabaron con sellos subsidiarios de La Fania, pero nunca disfrutaron de su gran aparato comercial y de difusión y por ende solo alcanzaron un reconocimiento local. Desaparecieron prematuramente y aunque no fueron muy visibles fuera del circuito local, sí le dejaron a la historia un gran testimonio del movimiento salsero que se gestó desde su inicio en las calles de Nueva York.
Los discos que surgieron en los escenarios medianos y pequeños terminaron por convertirse en joyas que melómanos y coleccionistas han rescatado, y que hoy son una radiografía del fenómeno musical que se gestó. A continuación presento un pequeño listado que compila sólo algunos de los trabajos musicales realizados por artistas y orquestas que estuvieron alejados o decidieron desvincularse del fenómeno de Fania Records y del agitado mundo comercial de la industria salsera de los años 70 en Nueva York. Esta pequeña lista no tiene otra pretensión que compartir el sabor único que tuvo una parte de de este fenómeno mundial:

The Brooklyn Sounds

Dos discos nos dejó el combo liderado por el trombonista Julio Millán: Brooklyn Sounds! (1971, Salsa Records), y Libre – Free (1973, Salsa Records). Millán reunió años antes del lanzamiento del primer disco a una orquesta que contaba en su nómina con músicos como Ray Rivera en el trombón, Tony Ortega en el piano, Julio Fonseca en el timbal y Willie Villegas en las congas. Esta orquesta se llamaba La Orquesta Original, nombre que el sello con el que contrataron les hizo cambiar por el que hoy se conoce.

El primer corte de su historia discográfica se titula «Suéltame ya». Un piano desafinado comienza a tumbar y encima de él un trombón estridente que desgarra cada nota canta una melodía agresiva. Un corte, de los contundentes, le abre paso al coro: Suéltame ya,
y déjame en paz,
porque voy a fracasar. 

Una canción de desamor que en la voz interpreta el cantante Leo Rosado y que fue lanzada como parte del larga duración Brooklyn Sounds! y que hoy distribuído por el sello Mary Lou Records que se dedica, entre otras cosas, a re-editar rarezas discográficas del contexto nuyorican de los setenta. The Brooklyn Sounds no duraría mucho. Su conguero original se fue para crear la Willie Villegas Band y fue reemplazado por Eddie Rodríguez quien en el pasado había trabajado con uno de los duros de Fania, el conguero Ray Barreto.


Su segundo y último álbum sigue teniendo el sonido agresivo del primero. El sello Mary Lou sigue siendo independiente y hoy se enfoca en el fenómeno cult que dejó la salsa underground de los 70. Lo cierto es que hoy aún se escucha el último grito de La Brooklyn Sounds, que no solo es un estamento político, sino también musical: «Libre Soy!»

Tony Pabón y La Protesta

Tony Pabón fue uno de los nuyoricans de primera generación. Nació en San Juan, Puerto Rico, pero se crió en las calles de Nueva York. Tocaba la trompeta de una manera espectacular y fue una piedra angular para el desarrollo del boogaloo y del shing-a-ling (dos de los estilos previos a la salsa) al componer canciones como «Micaela» e interpretar temas como «I Like it Like That» con el pianista Pete Rodríguez y su orquesta. Su cercanía con esta movida lo llevó a grabar varias veces con el sello Alegre fundado por el legendario empresario salsero Al Santiago. Grabó con este sello un álbum con una orquesta que se llamo Tony Pabon and his All-Stars.

Alegre fue en su tiempo casa de grandes artistas como Kako, Eddie Palmieri y Willie Rosario así como también realizó grabaciones con Sabú Martínez, Charlie Palmieri, Johnny Rodríguez, Mon Rivera, Tito Puente, entre muchos otros. Alegre fue absorbida por Tico Records que encabezaba el empresario Morris Levy a quien se le conocía públicamente por tener nexos con la mafia y, antes de morir en 1990, fue condenado por extorsión acusado por el FBI en medio de una seria investigación de presuntas infiltraciones del crimen organizado a la industria discográfica. Tico fue otro de los sellos que adquirió Fania Records durante los setenta. En el segundo corte del lado B del disco de Tony Pabon and his All-Stars titulado «Averigua» se puede escuchar un grito que antecede el discurso lo que más adelante se conocería como Tony Pabón y La Protesta: ¡abajo el establecimiento, arriba la cooperativa!

El mismo Tony Pabón dice que no congeniaba mucho con el estilo de hacer negocios de los empresarios de la salsa. Cansado de no recibir un pago justo, y de que los promotores se llevaran hasta cuatro veces lo que a él le pagaban, decidió independizarse y reunió a una comba de músicos que tenían gran experiencia en el circuito discográfico local y que de alguna manera también estaban inconformes con el modelo. En la orquesta que luego se llamó La Protesta participaron Cándido Rodríguez timbalero de Ricardo Ray, Kenny Gómez, pianista, José Magual, percusión menor, ambos de la orquesta de Willie Colón, mientras que en la voz principal estaba el sonero Néstor Sánchez. La Protesta era una orquesta contestataria que resaltaba el sentir del Puerto Rico libre. Tenía un sonido pesado.

En «Bandera» del LP La Protesta hace apología a Pedro Albizu Campo, nacionalista Puertorriqueño y mártir revolucionario. En medio de Nueva York, las generaciones que se desplazaron de su natal isla a la gran ciudad norteamericana aún seguían combatiendo el yugo que para muchos significó la adhesión de Puerto Rico a los Estados Unidos. Este disco fue distribuido por Rico, un sello local establecido en Brooklyn. Por supuesto que a las grandes disqueras y sellos les parecía que esto no vendía. La Protesta hizo dos discos más antes de que a comienzos de una presentación, a Pabón se le desprendiera el páncreas por una fuerza desmedida en uno de sus soplos trompetísticos. Sobrevivió pero dejó el juego, la bebida, y la música.

Fuego 77

José Arteaga, reconocido escritor y periodista especializado en la historia del latin jazz, la salsa, y de la música del caribe y presentador de programas radiales especializados como «La Hora Faniática», hoy vigente, asegura que 1977 fue un año increíble para la historia de la salsa y de la música latina en Nueva York. Los movimientos civiles vivían una época de choques intensos con la autoridad y la situación económica en los boroughs y barrios con población puertorriqueña y latina era de escasez. Esto sumado a las mafias, el crimen y la condición aspiracional que estos suscitaban en la población  jóven, llevaron a que el setenta y siete fuera un año explosivo. Cerca de las 9:30 de la noche, ese 31 de julio se generó un corte de luz por una sobrecarga en el mayor generador de Nueva York que afectó a casi toda la ciudad. Durante esa noche la gente se abalanzó sobre las tiendas, saqueo, y desahogó todas sus frustraciones en un sin fin de actos de vandalismos que dejó más de mil incendios, más de quinientos policías heridos y un saldo total de 3776 detenidos.

La historia de Fuego 77 fue tan explosiva y efímera como esa noche. Frankie Vásquez que hoy en día uno de los soneros activos más reconocidos y que nos dejó grandes discos con músicos como el pianista Wayne Gorbea, apenas llegaba Nueva York, desde Guayama, Puerto Rico de donde lo trajo su primo el cantante David Sánchez que acababa de fundar esta orquesta. La historia de Frankie Vásquez con el mundo salsero es muy particular. José Arteaga también relata en uno de sus programa que Frankie conoció a Ray Barreto de niño durante el rodaje de la primera película de Fania, Our Latin Thing en un viaje que hizo en el 72. Se dice también que el carro de raspados que sale en una de las escenas más icónicas de la película, en donde Barreto sale preparándonos y vendiéndolos a los sorprendidos transeúntes, pertenece a los padres de David Sánchez, el primo de Frankie, sonero mayor de Fuego 77.

Más allá de las anécdotas y historias, Frankie Vasquez con apenas 19 años firmó su primer contrato la orquesta de su primo. Hizo coros junto a Mary Pérez para esta orquesta, que también conformaron Marcos Hernández en el piano, Baldy Caro en el bajo, Noey Matos en las congas, entre otros músicos e invitados importantes como Ismael Quintana en la percusión menor. Esta fue una de esas orquestas que pasó por el Cuchifrito Circuit y que logró el sueño de obtener un contrato discográfico. En este caso, descubiertos por Al Santiago, para el sello Alegre que ya hacía parte del conglomerado de Fania. Sólo grabaron un disco para luego desintegrarse. Alegre, fue generoso con la producción y el resultado es un disco con todo el sabor. Fuego 77 suena agresivo y está cargado con todas las vivencias del barrio y del sentir borinquen. Tuvieron un sonido especial, cargado, y diferente.

Frankie Dante Y La Flamboyan

Bajo el sello de Cotique en el año 1975, que La Fania ya había adquirido en el 74 como parte de su pool de sellos «paraguas» o subsidiarios, Frankie Dante lanzó uno de los discos más emocionantes e interesantes: Bethoven’s V junto al pianista Markolino Dimond. Frankie Dante era cantante, uno de los menos laureados. Cierto puede ser que su garganta no expedía ese fraseo talentoso a lo Ismael Quintana, pero sus palabras siempre fueron ponzoña pura en una época en donde comenzaban a importar más las ventas, que los mensajes sociales. Era una época en la que como relata Juan Ignacio Cortiñas del reconocido blog salsero Akangana.com, Frankie ya no comía de la fama y de la promoción estruendosa maquinada por Jerry Masucci con Fania Records.

Años antes, en 1970 grabó con la orquesta Los Rebeldes y para 1972 grabó con la orquesta Flamboyan un disco con quien sería uno de los más grandes pianistas de la historia de la salsa, el neoyorquino Larry Harlow, ambos álbumes para el sello Cotique. Pero el álbum que realmente marca una diferencia es Salseros de Acero en donde Frankie Dante graba por segunda vez con la orquesta flamboyan e incursiona sonoridades caribeñas de los Steel Drums, instrumento oriundo de trinidad y tobago. Su lenguaje musical avanzado y por momentos muy cercano al Latin Jazz. Esto puede deberse a que para este disco contó con una nómina de virtuosos: José Mangual Jr. en los bongós, Milton Cardona en las congas y a Scipio Sargent en la guitarra, ademá de invitar al gran Tito Puente en la batería, a Mark Dimond en los sintetizadores, y a Charlie Palmieri en el órgano.

Frankie Dante no gozó de la explosiva popularidad de los principales productos de Fania, al igual que muchas de las otras orquestas y artistas que manejaban los sellos subsidiarios. Desde su disco con Los Rebeldes se caracterizó por sus letras que criticaban fuertemente el establecimiento político de la época:

Hay que cambiar, José
la Flamboyán le dice por qué
Queremos cambiar el sistema
removiendo a todos los payasos
Si los políticos no cambian
la destrucción vendrá muy pronto.

Muchos dicen que una de las mayores fortalezas de Frankie Dante y de su parche fue que se le pararon a la raya a los empresarios para hacer la música como a ellos les parecía y no le comían a la maquinaria salsera. Cierto o no Frankie Dante se dió el lujo de sacar un álbum de salsa brava con letras de protesta y Steel Drums. Falleció en 1993.

Orquesta Amistad

No confundir con Orquesta La Amistad de Venezuela. La Orquesta Amistad lanza el álbum Tecato en el año 1970 con el sello local Borincano del que se conocen apenas otros 5 títulos. Esto sucede dos años antes de Our Latin Thing, y seis años antes de la mítica fiesta en el Cheetah Club en donde se concibió comercialmente el fenómeno de la salsa.

Tecato es un verdadero testimonio del sonido de la calle latina del gran barrio latino que unidos componían el East Harlem, el Bronx y de Brooklyn. Su sonido es psicodélico y oscuro. Se destaca la sonoridad oscuro de sus trombones, una supremacía del órgano sobre el piano y la incursión de un cuatro puertorriqueño interpretado por un invitado especial: el boricua Nieves Quintero que para la época tenía 39 años mientras que los integrantes de la Orquesta Amistad no superaban los 20 años. Quintero había colaborado en discos para artistas radicados en Nueva York durante los años cincuenta y sesenta e incluso tenía una agrupación, Los Bravos del Barrio, con la que se presentaba regularmente en lujosos hoteles.

La comba que componía La Orquesta Amistad la componían Justin Jimenez (arreglos, composiciones, órgano, timbales, coros) Benny Parson (trombón), Johnny Seda (conga), Alfred Del Valle (trombón), Louie Rivera (timbales), Victor Balbion (bajo), Pedro Moreno (piano), Jose Torres (vóz Líder), Mike Soliz (bongós) y Joe Espanol (coros). En su sonido también se encuentra implícito el sonido de La Fania, que apenas tres años antes había lanzado el primer disco de Willie Colón y Héctor Lavoe, «El Malo». «Tecato» es una palabra que en la jerga del barrio se utilizaba para describir a alguien que ya no tenía control por su vida al haberse rendido a las garras de la droga. Tecato también es el primer corte de la corta y desconocida historia de la Orquesta Amistad:

No puedes aceptar la realidad,
y escapándose con su puyita
y su bolsita de heroína,
pobre infeliz, pobre infeliz,
no tiene el ánimo para vivir.

¡Tecato, tecato!

Mira las lagrimas que están cayendo
por la cara de tu madrecita,
Haciendo rosario por ti
para que puedas vivir.

La carátula original del LP, que hoy distribuye milagrosamente en CD el sello especializado Mary Lou Records decía en inglés lo siguiente:

Like a newly born baby, Orq. Amistad will grow and reach ultimate goals destined to be filled in the Latin field. Perhaps the master full work and extraordinary talents of one Justin ‘Pupilo’ Jimenez can be the main reason Orq. Amistad will surpass what many young Latin bands have tried to reach, not only instant popularity, but enduring success. The talent of Justin can be noticed in the daring and truthful tune «Tecato» which will definitely score in the Latin market.

(Como un bebé recién nacido, Orquesta Amistad crecerá y alcanzará sus metas destinadas a tener un especio en el terreno Latino. Quizás el maestral trabajo y talentos extraordinarios de Justin ‘pupilo’ Jiménez pueden ser la razón principal de que la Orquesta Amistad lo que muchas de las jóvenes bandas latinas han tratado alcanzar, no solo la popularidad instantánea, pero un éxito durable. El talento de Justin puede notarse en el osado y honesto tema «Tecato» el cual por seguro triunfará en el mercado Latino).

De la Orquesta Amistad no se sabe mucho, ni tampoco de sus músicos. Solo grabaron este álbum, que aparentemente no tuvo popularidad. Sin embargo, en los surcos de su acetato se encuentra una de las infinitas historias del Cuchifrito Circuit, del barrio latino de los 70 en Nueva York, de la salsa, y de la música latina.
FUENTE: VICE.COM

 

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